El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de mi piel
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mi:
La golondrina transparente de la ternura.
El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
con el que yo estaré al lado suyo.
El amor del hombre que me ame
será fuerte como los arboles de ceiba,
protector y seguro como ellos,
limpiu como una mañana de diciembre.
El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo;
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
El hombre que me ame
podrá encontrar en mi
la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser un pájaro.
El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega
ni temerá descubrirse ante la magia
del enamoramiento;
podrá gritar!”Te quiero”¡,
o hacer rótulos en los alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano
de los sentimientos.
El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas
ni a los pañales del hijo;
será como un manto fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado
las debilidades que por siglos
nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.
El amor de mi hombre
no querrá rotularme ni etiquetarme;
me dará aire, espacio,
aliento para crecer y ser mejor,
como una revolución
que hace que cada día
el comienzo de una nueva victoria.
Giaconda Belli